lunes, 25 de mayo de 2015

Desarrollo infantil, los primeros años para toda la vida

Cuando pensamos en el “desarrollo infantil”, tendemos a visualizar el crecimiento del niño… el crecimiento de su cuerpo, sano y fuerte. Pero la realidad es que implica mucho más. El desarrollo infantil hace referencia muy especialmente al crecimiento y maduración de una parte del cuerpo: el cerebro.
Esta parte también crece físicamente. Esto podemos observarlo claramente durante los primeros años de vida, en los que el perímetro craneal del niño aumenta visiblemente desde el nacimiento hasta los seis años. A esta edad el cerebro del niño pesa ya el 90% del peso del cerebro adulto.
Es el desarrollo y crecimiento del cerebro el que determinará sus destrezas y habilidades y es el desarrollo al que debemos dedicarle nuestra atención una vez que el cuerpo está atendido.
Realmente requiere atención porque el desarrollo del cerebro no se produce por una orden dada por la naturaleza, no sucede porque esté programado para desarrollarse. El cerebro solamente crece y se fortalece si se utiliza, igual que ocurre con los músculos.
El cerebro del bebé nace con una cantidad inmensa de células cerebrales, las neuronas, esperando comunicarse entre sí y formar una intrincada red de conexiones entre unas y otras.
Las neuronas solamente formarán circuitos y redes neuronales si son activadas. Y esto se logra con los estímulos que recibe el niño, con la actividad de su propio cuerpo y con todas las experiencias que viva. Las neuronas y los circuitos que no se utilicen lo suficiente, morirán y no podrán recuperarse. Suele decirse que nuestro cerebro se rige por un principio: “úsalo o piérdelo para siempre”.
El desarrollo del niño comienza en el preciso momento de la concepción y no termina hasta pasada la adolescencia y la llegada a la adultez. Sin embargo, existe un período en el que el crecimiento y la maduración cerebrales se producen con una intensidad y a un ritmo vertiginoso no comparable con ningún otro momento de la vida. Este período que nos interesa especialmente está comprendido entre la gestación y la llegada del niño a la escuela primaria, momento en el cual debe contar éste con las herramientas neurológicas que le permitan tener éxito en el aprendizaje escolar. Debe haber creado un buen entramado de conexiones y circuitos neuronales por los que pueda viajar rápida y eficazmente la mayor cantidad de información posible. Esto le proporcionará la capacidad de funcionar fácil y eficazmente en la escuela y en su relación con los demás.
A los seis años, el niño ha completado la fase en la cual su cerebro es más plástico y se producen más conexiones neuronales. Cuenta ya con las destrezas humanas básicas que necesitará a lo largo de toda su vida y su cerebro ha creado ya la mayor parte de circuitos o redes neuronales que utilizará en un futuro (recordemos que ya pesa el 90 % del peso total de un cerebro adulto, lo que quiere decir que cuenta ya casi con la totalidad de su estructura final).
A partir de esta edad funcionará usando de diferentes maneras los circuitos neurológicos con los que cuenta, los que ha creado ya. Es por este motivo que el período comprendido entre la concepción y los seis años es vital y determina todo el desarrollo posterior.
Podemos los padres y adultos que convivimos con los niños pequeños, fomentar un buen desarrollo ofreciendo al niño estímulos adecuados y experiencias enriquecedoras. Permitiéndole experimentar con su cuerpo y con todo lo que le rodea.
La doctora en Neurociencia, María Jesús López Juez, explica la maduración del Sistema Nervioso Central como “el resultado de la interacción entre tres componentes: el propio cerebro del niño, la herencia genética, y el medio ambiente o entorno en el cual se producirá su desarrollo.”
Esto significa que no es suficiente con nacer con un cerebro “inteligente”, sino que se necesitan los estímulos que llegan del entorno para que esa inteligencia se manifieste. El doctor Francisco Kovacs dice que “más importante que el número total de neuronas que existen en el cerebro es el número de conexiones que las interrelacionan.” Y es de esto de lo que trata principalmente el desarrollo: de la creación de conexiones neuronales que a través de la repetición darán lugar a los circuitos neuronales necesarios para la ejecución de todas las funciones cerebrales.
El desarrollo no es un proceso que resulta del azar, tampoco depende totalmente de un programa biológico establecido. El desarrollo se produce gracias a la combinación de lo aportado por la genética, de la programación cerebral dada por la naturaleza y de la actuación del entorno en el que vive el niño.
Por esto es de vital importancia que cuidemos lo que rodea al niño en sus primeros seis años de vida. Que tengamos en cuenta que todas sus experiencias sentarán las bases de su forma de ser y de funcionar en el futuro.

Rosina Uriarte

Fuente:Estimulación temprana y desarrollo infantil.

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